lunes, 8 de diciembre de 2008

Las herramientas de la dignidad : El Divino Sainete.


Inés Vázquez González



"La rebeldía se organiza en todas las frentes puras"

Tristán Tzara.


Un hombre camina por la Calle Arriba. Lleva su cabeza agacha y un paraguas negro en la mano. Sus ojos,clavados en las piedras, trazan un surco, afilado y brillante como un cuchillo.


De su boca surge un discurso. Parlamento lúcido y ansioso que penetra en la tierra como un rayo.


“Las personas tienen miedo. El miedo es una herramienta muy poderosa, más que un trabuco o una navaja. El miedo no deja crecer a la gente. Detiene su progreso natural, congelándolos en un estado intermedio, mitad niño, mitad bestia, mas con el sufrimiento añadido de quien se sabe privado de un elemento fundamental para ser hombre o mujer completo:La libertad”


Libertade, patria, adianto

¡Boh! Déixate de tolerías

Hom! Vai rezar á outro santo.


Non contes estrelas mortas;

Que póida ser que contándoas

Che bata a miseria ás portas.


Estrellas muertas... El dolor más grande de Curros es ver tanta savia joven ahogada antes de florecer; estrellas muertas que conforman un paisaje de naturaleza estática, de cartón piedra, animada tímidamente por el esfuerzo cotidiano de asegurarse unas patatas y cierta tranquilidad en la superficie visible de la vida, que no en el fondo.


Al contrario de lo que sucede en el océano, calmo en

las profundidades aun siendo bravo a la vista, el fondo de las almas presas de la conformidad de cuando en cuando se agita, hierve, se impacienta y sale a flote,unas veces vestido con el traje y el diagnóstico de “nervios” o depresión y, otras, más afortunadas, con las herramientas del arte y la dignidad por toda vestimenta.


En la obra de Curros, el sentido de “misión” y “deber” en la vida actúa como un remedio para los “males del alma”. Su lucha constante, esquivando zancadillas, juicios e incomprensión, le hizo volar por encima de lágrimas y lamentos que bien podrían haber anidado en su corazón de haberlos alimentado, pero no lo hizo. Curros escogió el camino de la dignidad, un camino

repleto de piedras, largo y solitario casi siempre. Ese fue el destino que él escogió, ese fue el camino que lo trajo hasta nosotros.


Non sintía os propios axes:

Pr’os que ten limpa a concencia,

Vítores son os ultraxes.


Ciento veinte años después de la publicación de O Divino Sainete, Manuel Sánchez-Algora y Lina Cofánpolifacéticos artistas plásticos, se acercan a la obra de Curros para interpretarla desde la pintura, la fotografía y el grabado.


Lina y Manuel testimonian nuevamente que Curros sigue vivo, polémico y vital, ángel o demonio, mas nunca indiferente.


MANUEL SÁNCHEZ-ALGORA


Manuel le pone cara a algunas de las escenas más arriesgadas de la obra de Curros. A camino entre un“dictado” y una interpretación, los cuadros de Manuel hablan solos. La técnica y los colores empleados están llenos del mismo dramatismo, a veces irónico y burlón,y a veces sinceramente angustiado, que los versos de Curros. 


Manuel es una prueba tangible de la universalidad y la atemporalidad de la obra de Curros. Para un gallego, los versos de Curros resucitan un acervo común, llaman a ese inconsciente compartido del que hablaba Carl Jung. Esa mezcla de historias acontecidas, vecinos próximos y propia realidad. Ese bagaje, que nos viene de serie, sumergido en la sangre, a veces difícil de objetivizar por lo que tiene de cercano, de propio, de “pestañas en los ojos”, pero siempre reconocible. El mérito de Manuel es que, sin ser gallego, logra impregnarse de ese inconsciente para conseguir un

retrato muy afinado de la visión que Curros proyecta sobre la sutil esencia de la Galicia profunda.


Los cuadros de Manuel destilan un aire carnavalesco.Un desfile de imágenes entre las que encontramos los

fantasmas del caciquismo, del campo famélico, del complejo de inferioridad, y de la envidia. Un cóctel servido en pequeñas dosis que invita a beberlo y hasta a sentir: “He aquí un sabor conocido”.


Manuel se convierte en alquimista de los desvelos de Curros. Cierra los ojos y se sitúa en el vagón de laGula, donde sacerdotes hambrientos devoran carne humana. Los colores, rojos, amarillos, el trazo grueso y marcado, hacen de esta representación una escena a la altura de la descrita por Curros en carnalidad y crudeza.


En la obra de Manuel hallamos también el sentido profundo de la religiosidad de Curros; religiosidad que va más allá de los formalismos que profesionalizaron la relación de los hombres con la trascendencia. Curros critica la deformación, el desvarío, la pérdida de rumbo del auténtico sentido religioso, mas nunca la religión. Desde los ojos de Curros, la religión auténtica ya no reside exclusivamente en los atrios de las iglesias, sino en el pueblo que sufre y en su lucha por la libertad.


Acordéime d`os que fozan

N`a terra, dòs que non comen

D`os que non rin e non gozan


D`o labrego que traballa

Para manter muller e fillos

E dorme en móllos de palla;


D`o probe vello baldado

Sin agarimo n`o inverno

De porta en porta arrastrado.


Curros llegaba al fondo del alma popular, mismo de aquellos que no podían leerlo. Su rebeldía contra la injusticia y sus valientes denuncias contra toda clase de opresión, se valían de su creatividad como única herramienta. El arte a disposición de la lucha contra la tiranía y la autoridad. El arte como mensajero de una época. Paloma viajera que trasciende las miserias del momento presente y florece y renace en las almas y tiempos de quien lo sabe acoger.


Manuel recoge, ciento veinte años después, esta flor y, con ella, se entrega a un estilo de expresión pictórica contemporánea, enérgica, directa y vital, con la que representa la atemporalidad, la vigencia y la actualidad

de la voz de un hombre como Curros que no supo, no pudo y no quiso callar.


LINA COFÁN


Curros fue un adelantado a su época. Un visionario agudo y sincero que trató de expresar mediante su obra una profundidad del sentido religioso más allá decasullas y altares. Para Curros, en el amor a las personas comunes se encuentra el verdadero sentido de la religión. Su profundo humanismo no le permite ser indiferente. Su “obsesión” por denunciar los excesos y los desvaríos reside en la confianza de creer que, en la transformación de estas distorsiones, está la esperanza para los más desamparados.


La obra artística de Lina discurre sobre los ejes marcados por Curros en sus versos: La presencia constante del Humanismo y de su “obligación de hablar” a pesar del precio, la modernidad de su pensamiento y de sus planteamientos sociales, y la contemporaneidad de los males que Curros denuncia  la pobreza, la envidia, la hipocresía, el autoritarismo…-


Lina logra que en su obra convivan dos mundos. Mundos que, lejos de ser extraños, se cruzan en un terreno común, el terreno de la condición humana, del amor a la libertad y del arte como herramienta de lucha atemporal. A través del paralelismo entre los grabados de la Galicia del siglo XIX y fotografías actuales, Lina recrea un mundo bidireccional, un universo nuevo en el que los personajes encuentran una prolongación de sí mismos, adquiriendo una dimensión más real si cabe. Hombres y mujeres, viejos y jóvenes, se asoman conscientes al “otro lado” para testimoniar, sin

necesidad de palabras, la dureza de su vida, el sufrimiento de una existencia que transcurre de rodillas la mayoría de las veces.


Curros dedica su obra a la juventud gallega. En ella ve la semilla de un cambio posible y lamenta profundamente el poco crédito y aún el menor apoyo que reciben los jóvenes valores del panorama artístico gallego. El Divino Sainete recorre toda suerte de situaciones de las que Curros se duele y de las que Lina, a través de la convivencia de presente y pasado, deja gráfica memoria para las generaciones venideras.


¡Qué estrañeza! ¡Qué castigo,

segar o toxo n’o sulco

onde seméamol-o trigo,


Y-alí donde a xuventude

Agotòu seu nobre esforzo,

Ver erguerse a ingratitude! 


Personajes que parecen decir “así fue, así era… ”Recuerdos de un pasado ni tan alejado del presente ni tan superado como fuera deseable. Las fotografías de Lina nos muestran cómo la esencia de la obra de Curros no caduca, cómo su oposición contra toda falsedad e hipocresía es una lucha atemporal, eterna. Una lucha que se disputa, a cada momento, en las profundidades de todo ser humano. Sus imágenes hablan de esa eternidad, de esa constante dialéctica entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Una dualidad que no pertenece a un tiempo concreto o lugar alguno, porque pertenece a cada uno de nosotros . 


El arte y la cultura aparecen en la obra de Curros como elementos redentores, como herramientas de dignidad capaces de sobrevivir a las miserias humanas. Palomas viajeras que levantan su vuelo más allá del tiempo presente. Lina y Manuel acogen en su respectiva obra a esta paloma que soltara Curros ciento veinte años

atrás.


Una paloma que bien podríamos encontrar, cualquier tarde, posada sobre una piedra, reflexiva y quieta, diciendo bajito:


Y-eu, d’o que vin parvo e mudo,

Dende entón creo… ou non creo…

Pero dudar, ¡xa non dudo! 5


Inés Vázquez González